11 de gen. 2016

Adiós a Bowie



Aladdin Sane


Aladdin Sane se publicó en Inglaterra en primavera de 1973, pero la edición española del disco se estaba retrasando sospechosamente. Hacía ya tiempo que podías comprar en las tiendas españolas los discos que veías en las revistas inglesas con unas pocas semanas de retraso, por lo menos los de grandes figuras como Bowie. Siempre sospeché que un morbosísimo reportaje de El Gran Musical delirando sobre Bowie, Aladdin, la homosexualidad y el gay power condujo a que la RCA española pospusiese la edición del álbum para prevenir represalias de la censura típicas de la época. El caso es que la primera edición española del disco no salió hasta 1976.

Por una de esas casualidades de la vida, conseguí, en julio del 73, una copia prácticamente nueva en el Rastro madrileño por 200 pts. La primera impresión era inevitablemente visual: allí estaba aquel marciano guapo, flotando en su fondo blanco, como en una dimensión lejana a nuestra deprimente realidad, con su mullo perfectamente recortado, teñido y erizado. Su cara angulosa se convertía en irreal a base de capas y más capas de maquillaje y, en la parte de dentro, su figura desnuda se volvía de metal y desaparecía en la nada de la cartulina de blanca como la nieve que se funde o como si se estuviera teletransportando a alguno de los multiversos de los superhéroes de Vértice o de los tomitos de ciencia ficción a 5 duros.

Si la portada era adimensional, la música era todo lo contrario, completamente terrenal y terrícola: un viaje por distintas ciudades norteamericanas de la mano de un extraterrestre que parecía tan sorprendido, por lo que veía y captaba con sus sensores, como cualquier estudiante de secundaria.

Aladdin Sane es un disco un poco apocalíptico con una visión inquietante sobre las relaciones humanas, las ciudades y la realidad. Un disco que habla de sexo y que, en momentos, quiere ser sórdido y sensacionalista, pero que rebosa vitalidad y nervio y ofrece un bonito juego de inversión de roles y de estereotipos desquiciados. Las mujeres podíamos ser como los hombres, si había hombres que querían ser como mujeres. Con Aladdin Sane, lo que entonces se empezaba a llamar ‘macho rock’ se convirtió en una jaula de locas un poco depravadas, un poco poetas y algo farsantes. La vida sexual de muchos teenagers de los 70 se desarrolló siguiendo sus instrucciones.

El disco comenzaba con una canción stoniana: Watch That Man. También por la parte roquera, Cracked Actor y Panic in Detroit son un antecedente casi directo del punk del 77. La versión de Let’s Spend the Night Together es atropellada e histérica, con sintetizadores descontrolados y Bowie cantando como una cabra desbocada. La guinda la pone la machacona Jean Genie, dedicada a Jean Genet e inspirada en Bo Diddley.

Aladdin Sane, Drive in Saturday, Lady Grinning Soul y Time son para mí las joyas del álbum. Las tres canciones se caracterizan por las partes de piano de Mike Garson, un virtuoso capaz de tocar con la misma habilidad a Liszt, Little Richard y Cecil Taylor. Son temas con un pie en la épica del cabaret y la canción tradicional, otro en la vanguardia y solo el tercero las anclaba en la música pop de 1973.

La voz de Bowie, fresca, aguda y joven, todavía no ha adquirido la impostación de Young Americans. Un tema como Time es un grito hipnótico que exige la atención del oyente y le arrastra a la cuarta dimensión, las galaxias lejanas, las callejas del Londres oculto, las ajetreadas avenidas de las grandes ciudades norteamericanas o al mismísimo fin del mundo. Bowie todavía no se había arreglado los dientes ni había dado sus clases de locución y mantenía la peculiar dicción de sus primeros discos. Su fraseo, inspirado muchas veces en el del declamatorio Scott Walker – posteriormente reconocería su admiración por el norteamericano- otorga a las melodías una personalidad decadente, femenina y tensa.

Resulta curioso que un compositor de canciones en el momento cumbre de su creatividad elija incluir dos versiones de temas conocidos: la citada de los Rolling y un tema suyo de 1970, The Prettiest Star, cuya revisión en Aladdin Sane me pareció siempre muy bonita. La parte de guitarra es prácticamente idéntica a la original, pero toda la canción tiene una mezcla rara de dulzura y electricidad que resulta irresistible. Inevitable que su disco siguiente fuese un álbum de versiones.

Aladdin Sane es un disco divertido, variado, enérgico y emocionante. Encuentro que no ha perdido actualidad con sus mezclas enfollonadas y sus texturas eléctricas e histéricas. Un disco que parecía abrir muchos caminos aunque no estoy muy segura de que nadie los haya seguido más allá de la mera apariencia.

Para los adolescentes de los 70, que habíamos crecido al calor de las crueles parodias sobre la sociedad española de los tebeos de Bruguera, el futuro se nos aparecía tan aburrido y rastrero como el mundo de don Pío y doña Benita, con sus pelotas de oficina, su obsesión por las vecinas, los haigas y los abriguitos de piel. Alguien como Bowie ofrecía en cambio un mundo de fantasía alternativo a la mediocre sociedad adulta a la que sin remedio nos encaminábamos. Un mundo a la vez alienígena y urbanita donde todo era raro, diferente y excitante… Y donde se vivía a ritmo de una música trepidante, desquiciada y además maravillosa.

Este artículo fue redactado para el número 500 de Popular 1

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